Por: Mario Herrera
Dicen
que alguna vez cierto general dijo que los cubanos son excelentes soldados,
tácticamente impecables, que se les podía dar una posición a doscientos hombres
para que la defendieran ante quinientos mil, y lo hacían pero además, eran
capaces de ganarle la pelea a quien fuera, pero una vez que terminen, lo mejor
era sacarlos antes que metieran sus manos en la economía.
Quizás
exagero con este inicio pero la verdad me resulta hasta simpática la historia.
Sucede
que somos muy buenos en el tema de eludir el bloqueo, en movernos dentro de los
límites(o el marco que tanto le gusta a los insensócratas), pero economía, ni
idea.
Ya no
se trata de que tal o mas cuál dirigente, gerente o empresario (que término más
grandilocuente ese, ¿eh?) se las ingenie y dentro de tantas restricciones y
controles que existen y que se crean para dificultar las cosas, se escabulla y
desfalque treintaitrés millones de pesos en tres años cual subdirector económico
de Comunales de la Habana Vieja, o aparezcas en el periódico Granma porque te
pusiste de acuerdo con unos canadienses para desaparecer por cuenta propia
noventaiún millones de dólares.
De eso
estamos casi llenos aunque difícil probarlo, entonces la gente se siente mal y
deja de creer en un proyecto común. Lo peor es que esos mismos insensócratas
son los primeros en exigir amor, sacrificio y lealtad a “la patria, la
Revolución y al socialismo”.
Pero
sin llegar más arriba, en lo básico, las cosas no funcionan sean privadas o
estatales.
Si
tienes ganas de comerte un pan con perro de diez pesos, acompañado de su
refresquito al mismo precio, ya empiezas a tener problemas nada más pensarlo.
Lo de
menos es la cola, el lio se arma cuando “no hay refresco frío”, o el que hay es
de pomito y cuesta dos pesos menos pero igual, “no hay menudo para el vuelto”.
Este
no es un mal único en un sitio determinado. He tenido la suerte de conocer Cuba
y darme cuenta que está casi generalizado. De la “cochambre” saco a Bayamo.
El
sector privado pensaría uno que sería diferente pero ni tanto. Estamos tan
habituados a maltratarnos entre nosotros, hemos perdido ese arte que es el arte
de servir a los demás, que no funciona.
Lo
mismo te encuentras a dependientes que pasan más ratos con sus celulares caros
que con la atención al público y en otros lugares, el dueño tiene tanto interés
en su camarera que no importa cuántas veces meta la pata olímpicamente, siempre
será perdonada, pero solo ella.
Ya de
por sí las cosas en nuestro país son complicadas. Recientemente Estados Unidos
le impuesto una multa a un banco francés por prestarnos servicios, que los
banqueros europeos deben estar con la soga al cuello, si a esto le sumamos los
insensócratas que desfalcan a la economía y los malos servicios que encontramos
hasta en los hoteles exclusivos, la baja productividad, los paupérrimos salarios
y otras tantas cosas, realmente, ¿cómo vamos a salvar el proyecto de una
revolución que ha sido ejemplo para el mundo entero (en otros campos, por
supuesto)?
¿Será
que los que queremos hacer algo al respecto podremos hacerlo si las personas a
las que les pagan para hacerlo ni lo intentan porque están en el mismo lado de
la cancha?
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