martes, 5 de agosto de 2014

La vuelta es Cuba



Por: Mario Herrera
 
 Recién termino de leerme el libro La Vuelta es Cuba de Joel García. Un texto dedicado a la historia de La Vuelta ciclística a nuestro país desde sus inicios hasta 2004 con sus anécdotas, sus crónicas, su vida propia.
 Me hizo sentir tristeza por no haber vivido ningún capítulo con la misma intensidad con la que ahora siento uno de los deportes más fuertes que conozco, con su cansancio, dolor, tenacidad, valentía, perseverancia, deportividad.

 La Vuelta nació por la complicidad de Reinaldo Paseiro, Benigno Suárez, José Antonio Riverón, doce alfileres, un mapa de Cuba, y el apoyo del entonces Presidente del INDER José Llanusa. Casi sin nada y de menos cero y algo arrancaron los primeros setentaidós valientes que le dieron inicio a una aventura que se volvió tan popular que en el futuro febrero quedaría vacío sin la Vuelta. Amigas y amigos, la Unión Ciclística Internacional le otorgó en los ochenta la categoría A-1, eso la situaba dentro de las diez mejores vueltas del mundo y mucho pulso que le hizo a la versión venezolana del Táchira. De hecho, eran las que peleaban por ser las mejores de América.
 Grandes corredores nacionales y foráneos pasaron por nuestro circuito. Sergio “Pipián” Martínez; Rodolfo “Pilo” Noriega, Manuel Sánchez, el primer ganador del ascenso a La Gran Piedra, el polaco Kowasky, Raúl “La Locomotora” Vázquez, el joven soviético de veintiún años Seguei Sujorochenko, “El Búfalo” Arencibia, Eduardo Alonso, Pedro Pablo Pérez, Filippo Pozzato, el “Chiqui” Alcolea, en fin, tantos nombres ilustres que uno siente nostalgia.
 Los noventa fue una década devastadora para la economía cubana. Por razones obvias La Vuelta recesó, pero llegó el siglo veintiuno y parecía renacer, sin embargo murió. La carrera solo sobrevivió la primera década de esta centuria.
  Veo las imágenes y aparece el pueblo en las calles, un pueblo que espera horas para disfrutar unos segundos fugaces. Un pueblo que repletaba y respetaba la carrera. Un pueblo conocedor de sus campeones.
 Leo las crónicas de Luis Sexto, del Profe René Navarro, de Elio Menéndez, las mismas crónicas que ya nadie volverá a escribir.
 Un intento nació este 2014 con un nombre que ni pintaba ni daba color a nada y demasiado grandilocuente para lo que había: El Clásico Camagüey- Habana. Sin la Gran Piedra, sin pasar por el oriente cubano y con muy poca prensa. Eso sí, público, público que pide a gritos el regreso de febrero.
 “No hay recursos para una gran carrera como esa”. Es lo único que escucho. “Es necesario rescatarla” dicen los especialistas en contar las aventuras sobre las ruedas de un vehículo que no pasa de ocho libras en la actualidad. Pero no hay dinero.
 Parece más fácil aceptar esa escusa que ceder ante nuevas alternativas de financiamiento. ¿Por qué no aceptar el patrocinio de empresas? ¿Es más fácil decir “no hay dinero” a entregar un espacio que no podemos mantener a quienes sí pueden hacerlo y que nos beneficiaría?
 Qué pongan sus carteles y estrategias de posicionamiento pero que nos ayuden con el pago del alojamiento, dieta y transporte de los corredores, técnicos, directivos, médicos, masajistas, la prensa, en fin, todo el que tenga que ver con el evento pero que viva. ¿Qué tan difícil puede ser? ¿Y el pueblo? ¿Y lo nuestro? ¿Y febrero? ¿Y los jóvenes que desconocen esta historia? ¿Y la Vuelta?
 La Vuelta ciclística a Cuba ha muerto de momento. Dejo a los forenses las causas del deceso.

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