sábado, 16 de agosto de 2014

No está, se fue



Por: Mario Herrera
 
 No hace mucho pregunté por una persona conocida. “Ya no vive aquí”, me responden. La verdad, he perdido la cuenta de cuánta gente ya no veo, de cuántos amigos emigraron fuera de Cuba.
 La migración es un proceso natural. En nuestro país hablar del tema o pensar siquiera era una ofensa treinta años atrás, pero el estado evolucionó y se dio cuenta del carácter económico del fenómeno para poner en el olvido la visión politizada que tenía. Pero si antes pensarlo era un sacrilegio, hoy día no conozco a mucho que no lo hagan.

 Los últimos estudios demográficos nos dicen que la población cubana envejece y que no hay esa renovación necesaria con todo lo que conlleva, no tener garantizada mano de obra suficiente en el futuro, una mayor atención estatal a una mayor cantidad de ancianos y los gastos que acarrean, envejecimiento poblacional con problemas de salud relacionados.
 La gente de mi generación no confía lo suficiente en el sistema y este a su vez, no ha sido capaz de estimular la estancia en suelo patrio en detrimento de la salida del país. Muchos recordarán las famosas nacionalizaciones como ciudadanos españoles que llevó a cabo la embajada de la Madre Patria en nuestro país, la cantidad de cubañolitos que hacían filas enormes en la sede diplomática para “regresar a sus orígenes”.
 “Están logrado los ibéricos lo que los gringos no lograron”  dice la canción.
 Estados Unidos, España, México, Haití, Japón, cualquier lugar sirve. La Revolución intentó enseñarnos por años que uno no necesita mucho para vivir. Los jóvenes no quieren grandes cosas, pero quieren que les alcance su salario para las pequeñas siquiera. No hay una estimulación económica a quedarse, no hay una estimulación a tener familias propias. Uno puede comprar una casa legalmente pero si vives del salario, incluso si son dos que ganen bien, está muy difícil. La relación salario-gastos básicos está ida de balance. No importa que uno se quede con esas pequeñas cosas, el tema es que no accedes a ellas. Súmele a esto la cantidad de conocidos que tiene fuera de las fronteras nacionales que te hacen los cuentos del modo y el sistema de vida que tienen. Hay que trabajar durísimo, hay que pagar hasta por respirar, los impuestos te ahogan, las necesidades básicas cuestan mucho, no tienes la posibilidad de enfermarte porque el costo es prohibitivo (exclusivo USA al igual que la Ley de Ajuste Cubano), pero algo más que básico, la comida, la consiguen sin grandes problemas con una relación aceptable entre salario-precio de los productos que consumen.
 ¿Qué hay quién gasta más de lo que gana y siempre está en números rojos? Bueno, pésima educación y lógica. Pero mis amigos han encontrado imposible resistir en números rojos una hora después del salario o tener que acudir a la “búsqueda” y el sueño incómodo para no pensar cómo llegar a fin de semana.
 Esa es otra, llegar al fin de semana y las opciones recreativas.
 Por muy de izquierda uno no tiene argumentos suficientes cada vez que alguien te dice que está loco por irse. A la gente le importa poco de quién es la culpa real porque siempre paga la misma persona. Una vez que lo consiguen, no miran atrás.
 Da lo mismo quienes sean. A veces ves a los más rojos, los más que nadie delante de todos, vestidos con gafas, gabardina y sombrero de ala ancha en la fila para las entrevistas de la oficina de intereses gringas en La Habana. Los hay que son excepciones porque sus empleos realmente pagan muy bien y aún así, cuando viven con los lujos que muy pocos tienen, pretenden otros lares.
 Ni hablar de los deportistas que todavía esperan las famosas contrataciones anunciadas hace un años y que se aplicarían “… más temprano que tarde” pero que como no han bajado la orientación explícita de hacerlo, aunque está autorizado, ningún comisionado se arriesga a ser el primero. Saco del saco a la pelota y los cuatro contratados en Japón.
 En fin, perdónenme por hablar tanto de la migración cubana solo porque hay un amigo menos en mi casa.

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