Por: Mario Herrera
No hace mucho
pregunté por una persona conocida. “Ya no vive aquí”, me responden. La verdad,
he perdido la cuenta de cuánta gente ya no veo, de cuántos amigos emigraron
fuera de Cuba.
La migración es un
proceso natural. En nuestro país hablar del tema o pensar siquiera era una
ofensa treinta años atrás, pero el estado evolucionó y se dio cuenta del carácter
económico del fenómeno para poner en el olvido la visión politizada que tenía.
Pero si antes pensarlo era un sacrilegio, hoy día no conozco a mucho que no lo
hagan.
Los últimos
estudios demográficos nos dicen que la población cubana envejece y que no hay
esa renovación necesaria con todo lo que conlleva, no tener garantizada mano de
obra suficiente en el futuro, una mayor atención estatal a una mayor cantidad
de ancianos y los gastos que acarrean, envejecimiento poblacional con problemas
de salud relacionados.
La gente de mi
generación no confía lo suficiente en el sistema y este a su vez, no ha sido capaz
de estimular la estancia en suelo patrio en detrimento de la salida del país.
Muchos recordarán las famosas nacionalizaciones como ciudadanos españoles que
llevó a cabo la embajada de la Madre Patria en nuestro país, la cantidad de
cubañolitos que hacían filas enormes en la sede diplomática para “regresar a
sus orígenes”.
“Están logrado los ibéricos lo que los gringos
no lograron” dice
la canción.
Estados Unidos,
España, México, Haití, Japón, cualquier lugar sirve. La Revolución intentó
enseñarnos por años que uno no necesita mucho para vivir. Los jóvenes no
quieren grandes cosas, pero quieren que les alcance su salario para las
pequeñas siquiera. No hay una estimulación económica a quedarse, no hay una
estimulación a tener familias propias. Uno puede comprar una casa legalmente
pero si vives del salario, incluso si son dos que ganen bien, está muy difícil.
La relación salario-gastos básicos está ida de balance. No importa que uno se
quede con esas pequeñas cosas, el tema es que no accedes a ellas. Súmele a esto
la cantidad de conocidos que tiene fuera de las fronteras nacionales que te
hacen los cuentos del modo y el sistema de vida que tienen. Hay que trabajar
durísimo, hay que pagar hasta por respirar, los impuestos te ahogan, las
necesidades básicas cuestan mucho, no tienes la posibilidad de enfermarte
porque el costo es prohibitivo (exclusivo USA al igual que la Ley de Ajuste Cubano), pero algo más que básico, la
comida, la consiguen sin grandes problemas con una relación aceptable entre
salario-precio de los productos que consumen.
¿Qué hay quién
gasta más de lo que gana y siempre está en números rojos? Bueno, pésima
educación y lógica. Pero mis amigos han encontrado imposible resistir en
números rojos una hora después del salario o tener que acudir a la “búsqueda” y
el sueño incómodo para no pensar cómo llegar a fin de semana.
Esa es otra,
llegar al fin de semana y las opciones recreativas.
Por muy de
izquierda uno no tiene argumentos suficientes cada vez que alguien te dice que
está loco por irse. A la gente le importa poco de quién es la culpa real porque
siempre paga la misma persona. Una vez que lo consiguen, no miran atrás.
Da lo mismo
quienes sean. A veces ves a los más rojos, los más que nadie delante de todos,
vestidos con gafas, gabardina y sombrero de ala ancha en la fila para las
entrevistas de la oficina de intereses gringas en La Habana. Los hay que son
excepciones porque sus empleos realmente pagan muy bien y aún así, cuando viven
con los lujos que muy pocos tienen, pretenden otros lares.
Ni hablar de los
deportistas que todavía esperan las famosas contrataciones anunciadas hace un
años y que se aplicarían “… más temprano que tarde” pero que como no han bajado
la orientación explícita de hacerlo, aunque está autorizado, ningún comisionado
se arriesga a ser el primero. Saco del saco a la pelota y los cuatro
contratados en Japón.
En fin, perdónenme
por hablar tanto de la migración cubana solo porque hay un amigo menos en mi
casa.
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