jueves, 6 de noviembre de 2014

Cosas de la calle



 Por: Mario Herrera
A pesar de todo...

 La gente anda en la calle preocupada. Lo notas en sus conversaciones, en los temas de los grupos que se reúnen e intercambian.
 Hace poco mi compañera en la vida se encontró con compañeros de trabajo de otras provincias. Uno se quejaba de la enseñanza que recibía su hijo que por problemas de salud no hacía Educación Física y por tanto los profesores siempre le encargaban Trabajos Prácticos con una complejidad muy superior al nivel que cursaba. De hecho, quien hablaba enseña Filosofía en una universidad y tiene la impresión de que su hijo le hace los trabajos de diplomados a sus profesores.
 También tuvo sus cruces con la de Filosofía que dice que Platón es Materialista y no Idealista Objetivo, pero es que “esa no es su especialidad”.
 De otra provincia alguien decía que ya no era igual. Desde que Lázaro Espósito fue nombrado Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba en Granma, las cosas cambiaron en esa región oriental a tal punto, que cuando se anunció por la televisión nacional su traslado para la vecina Santiago de Cuba, una gran masa de personas se aglomeró frente a la sede del gobierno para pedir a gritos: “¡No se lo lleven!”.

 Pero tras otras dos administraciones las cosas no se parecen en nada y no funcionan. La nueva alternativa no es conocida.
 La televisión tiene un programa medio de críticas, bajo el título Cuba Dice se habla de algunos de los problemas sociales que nos aquejan siempre desde una perspectiva que no araña más allá de la superficie. Hace poco hubo un especial con los precios de los alimentos en los mercados agropecuarios.
 Resulta que se creó una unidad central que recibiría a todos los productores para que vendieran sus productos a los mercados en La Habana y que al final terminaran más frescos y baratos en la mesa del cubano.
 El productor vendía a precio más que accesible, digamos un peso. Resulta el siguiente entrevistado es quien vende en las calles o mercados, vamos, el del puestecito que revendía esa misma mercancía a nueve. “¿No le parece un poco caro?”. Una mueca de sí, ¿y qué? Fue la respuesta.
 No hay un mecanismo legal que tope los precios, que le ponga límite a la avaricia humana.
 Y la gente. ¡Ay, la gente! Mire que a veces somos unos aprovechados. Ayer mismo venía en un Taxi Rutero de cinco pesos y una señora sin mucho impedimento saca un carné de Impedido Físico e intenta pagarle al chofer dos pesos por su pasaje. Vamos, está bien que el estado te proteja y te de facilidades pero bueno es lo bueno…
 Y se queja la gente de los productos elarrobados por los trabajadores cubanos que como no reciben un salario que les permita vivir, desvían (vieron qué eufemismo) los productos y recursos del propio estado para beneficios privados.
 Las tiendas que venden en una moneda veinticinco veces más dura que la que recibes por pago y nunca alcanza ni para la merienda, te venden una cantidad de cosas sacadas de la industria privada de la copia, o sea, de falsificaciones y lo mismo encuentras café Cubita de la bodega que Havana Club con alcohol de noventa.
 Y la educación formal… bueno, dejemos eso para otro momento.
 Nada, que hay inconformidades de todo tipo, desde la preocupación por los médicos cubanos que fueron a combatir el Ébola a África y que por nuestro propio relajo interno puede afectarnos hasta la cantidad de periódicos que uno puede o no leer, la migración de los jóvenes, las cosas que se dicen y las que se callan.
  

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