jueves, 11 de enero de 2018

El Himno ausente



Por: Mario Herrera
 
No hay una canción más importante en el mundo que el himno nacional. Por definición, es una composición musical emblemática de una nación, que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan.

  En general, los himnos nacionales tratan de reflejar la unión, el sentimiento de solidaridad, la glorificación de la historia y las tradiciones de un país.  En algunos casos, no fueron escritos con ese objetivo, sino que adquirieron esa función después de conmemorar algún acontecimiento histórico o militar, especialmente durante el despertar de sentimientos nacionales. En los siglos XIX y XX, con el crecimiento del número de países independientes, muchos de ellos adoptaron himnos nacionales que, en algunos casos, coexistían con canciones populares de carácter patriótico utilizadas.
  En el contexto de un evento deportivo, el himno, el público y el equipo o selección nacional, son uno solo.
 Se canta a más no poder, a que vibre la garganta en cada nota, como si el futuro dependiera de ello. Se canta en ceremonia protocolar como inicio de una batalla. Cada bando espera su turno y lo entona, y la afición lo sigue, y se emociona por que, en ese momento, nada hay más importante. Las diferencias políticas no importan cuando escuchamos el himno.
 No es una cuestión de izquierdas o derechas.
 Les enseñamos a nuestros hijos a entonarlo con orgullo, pues a fin de cuentas, es la letra que nos identifica, la música que nos pone los pelos de puntas, la canción que todos disfrutamos y sentimos como si la hibiésemos escrito.
 La lloramos de emoción, nos ponemos la gorra en el pecho, la mano en el corazón, abrazamos más fuerte al compañero de equipo, al vecino en las gradas, a nuestro amigo en la butaca del salón donde veremos el evento.
 Todo el estadio de Wembley cantó al unísono el himno de Francia en homenaje a las víctimas de los atentados de París al inicio de un partido entre Inglaterra y Francia. Así nos une un himno, un símbolo.
 El himno, repito, es un canto de guerra, a nuestra nacionalidad, sea cual fuere. Un himno merece respeto, coraje, no puede ser cantado de manera cobarde, ni ofendido por el rival, eso no. NO es correcto, no es decente.
 El himno, sin importar lados políticos, es la máxima identidad que tenemos como nación.
 El himno es nuestra bandera hecha música, nuestro escudo con notas y sonido, nuestro amor, madre, a la patria. Lo cantamos para apoyar a nuestros nueve guerreros en el beisbol, o los once del futbol, los cinco del baloncesto, seis del voly, o los que sean en un deporte, porque a fin de cuentas, ellos juegan para nosotros, con nuestra camiseta y por nuestro país.
 Por eso, me entristece tanto tener que esforzarme para escuchar el murmullo casi imperceptible y no cubano de mi himno, de mi canto de guerra, en el deporte.



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